Ayer le hice una paja a mi papá, hoy tengo libre y mañana me toca con mamá. Vicky se la tiene que bancar, porque sé que no le gusta que Nico se la garche, y a la tía Cintia, bueno, le gusta chuparle la pija a cualquiera. En casa nos vamos turnando, a veces rotamos y las parejas se van modificando. Los sábados, en cambio, son diferentes. Nos juntamos toda la familia, mi papá, mi mamá, mi tía Cintia, Vicky, Nico y yo, y cogemos todos juntos. La única que se queja es Vicky, la menor, que con once siempre tiene algo en contra.
Las sesiones comienzan casi siempre de la misma manera, mamá y papá empiezan a darse masajes y todos alrededor miramos en silencio. Después se suma la tía Cintia, hermana de papá que, completamente desnuda, se acuesta boca arriba en el piso. Nico y yo empezamos a acariciarla, nos vamos acercando lentamente desde cada extremo de su cuerpo, él desde sus pies y yo besando sus enormes ojos verdes. Justo antes de encontrarme cara a cara con mi hermano mi tía se incorpora y se acerca a mi padre.
Mi madre empieza a moverse al sonido de una música invisible y mientras baila fuera de sí se desviste completamente. La música desaparece y ella detiene sus movimientos. En ese momento se coloca entre sus hijos varones y nos regala todo su sexo para que lo podamos degustar desenfrenadamente. Obviamente, a cada uno le toca lo suyo. Estamos como locos y tomamos los fluidos hasta que las lenguas se entumecen por esta infatigable tarea. Pronto nuestras bocas ya están completamente embebidas de tanto néctar
Vicky, a unos metros, con desgano comienza a acariciar su pequeña vagina, simula masturbarse pero es evidente que lo hace por obligación, su cara y los movimientos que hace, rústicos y mecánicos, la delatan. Cuando se aburre de acariciar a la tía Cintia mi padre deja sus labores y va hacia donde está mi hermana. Sin ningún preámbulo la toma suavemente de la nuca y arrastrando la cabeza de la niña hacia su zona genital, la obliga a practicarle sexo oral. Ella no dice nada pero es obvio que le gusta.
A mi derecha puedo observar como mi padre empieza a bombear de forma creciente dentro mi hermana, que agarrada de la baranda, apenas logra mantenerse en pie. Se puede escuchar un concierto de jadeos, los gritos de ella se confunden con los gemidos de él. Mi padre parece poseído y es tal la fuerza que ejerce que me sorprende cómo es que mi querida hermana no se rompe. La verdad estoy un poco celoso pero también orgulloso de ella.
En un momento dado, y después de haber tenido diferentes variantes de sexo con cada uno de nosotros, mi padre toma a mi hermana de la cintura y la recuesta boca arriba sobre una vieja mesa circular. Como Vicky es súper caprichosa y no para de moverse, mi madre y tía la agarran fuertemente de los brazos, Nico y yo de sus piernas. Mientas los cuatro la inmovilizamos completamente, mi padre se sube a la mesa y se pone en cuclillas colocando sus enormes nalgas a solo diez centímetros de la cara de mi hermana. Finalmente aquello empieza a suceder, mi padre empieza a defecar sobre ella. De su ano se se vislumbra lo que pareciera ser el comienzo de un enorme bolo fecal. Pesada y de un color oscuro la materia empieza a caer sobre la boca de mi hermana y ella, con lágrimas en los ojos, mastica y deglute. En su cara no parece haber muestras de asco alguno sin embargo en un momento dado su cuerpo comienza a convulsionar, su cara se vuelve extremadamente pálida y cae por fin en un desmayo profundo.
En mi casa los sábados somos una familia feliz, salvo mi hermana Vicky, la menor, que con once siempre tiene algo en contra.